Thursday, September 27, 2007

Museo d'Orsay. París. Grandes Museos del Mundo.


El Museo d'Orsay (Musee d'Orsay en francés) superó muchisimo mis expectativas.
El propio edificio del museo es maravilloso, con espacios amplios y luminosos donde pude correr bailar y cantar frente a los cuadros de mis impresionistas preferidos.
Debo de confesar que tambien anduve tocando las esculturas, incluso las del Rodin, afortunadamente ningun guardia me vio. Pero al final me lleve un buen regano de mi mama...pense que no me habia visto correr pero me equivoque!

Monday, September 24, 2007

wagner


26 de julio, 16:30 h.
El Festival de Bayreuth 2007 se abrió ayer con la puesta en escena de Meistersinger de Richard Wagner en un montaje firmado por la biznieta del compositor Katharina Wagner. Las siete horas de representación dividieron a público y critica, que protagonizaron diferentes reacciones al bajar el telón.



Así, Der Spiegel en su sitio web define la producción como “demasiado intelectual” y la compara con una pizza con demasiados ingredientes sobre una base demasiado delgada. Roger Alier, presidente-fundador de Ópera Actual, declaró a la BBC que encontró la puesta en escena “simplemente horrible: escuchaba lo que cantaban y no tenía nada que ver con lo que pasaba en la escena. No entiendo dónde quiere ir con esto”. Shirley Apthorp de Bloomberg, por su parte, define la version de Katharina Wagner como “buena si, en la lucha para demostrar su inteligencia, no se hubieran perdido buenas ideas e imágenes”. En cuanto al público asistente a la función, se dividió al término de ésta en dos grupos: mientras unos abucheaban, los otros aplaudían.



No obstante, la directora de escena ha declarado a la prensa alemana que se considera satisfecha de su trabajo: “han habido también críticas positivas, como me esperaba, y los cantantes estuvieron fantásticos”. Katharina Wagner, que se postula como futura candidata a la sucesión de su padre al frente de la dirección del Festival de Bayreuth, ya comentaba hace un mes a la agencia de noticias DPA que "no hay una sola producción mía que no haya recibido abucheos. Me resultaría extraño si fuese diferente".



Este montaje supone por la joven directora también una ayuda para ser escogida en la sucesión de la dirección del Festival, actualmente dirigido por el padre de Katharina Wagner.
Más información:Festival de Bayreuth

Jamas perdonare a Placido Domingo ni a Jose Carreras


El fallecimiento de Luciano Pavarotti en la mañana de ayer jueves en su casa de Módena (Italia) ha conmocionado al mundo de la ópera, afligido por el deceso de uno de los tenores más importantes dentro del panorama lírico internacional en las últimas décadas. Plácido Domingo, que formó con Big Luciano y con José Carreras los Tres Tenores, afirmó del intérprete italiano que ha sido “uno de los pilares del mundo de la ópera, uno de los grandes artistas de nuestro tiempo. Vamos a recordar la belleza de su voz, su estupenda carrera y el gran amigo que hemos perdido (...) Rompieron el molde cuando hicieron a Luciano”. El madrileño, en conferencia de prensa celebrada ayer, calificó a Pavarotti de “rival amistoso cordial”(?????) y comentó de su carrera que “fue mucho más grande porque yo estaba ahí como su amigo y su rival y pienso que la mía ha sido más grande gracias a él”. Los compromisos profesionales de Domingo le impedirán asistir al funeral del tenor italiano, previsto para mañana sábado en Módena. (Perdon? no entendi. Los compromisos????? No me importa lo de los Angeles Ca. No me importa nada, El tenia que haber estado en el funeral y punto. El y el otro desafinado de Carreras digo....Hellooo????? no creo que el pueblo de Italia perdone a este parecito!)



El anteriormente citado José Carreras, por su parte, en declaraciones a ABC, manifiesta que “no por esperada la noticia es menos triste”. De Pavarotti, el intérprete barcelonés comenta que “conmigo siempre se comportó de una manera extraordinaria, subrayado por su carácter y personalidad espontánea, alegre y vital, tan a la italiana: siempre hacía que nos sitiéramos bien estando a su lado”. Carreras, además, recuerda que “escuchar sus opiniones no sólo sobre música, sino sobre la vida, siempre era reconfortante, porque tenía una filosofía de vida encantadoramente inocente”.( Y por que no estuvo acompanandolo en su ultimo adios en Modena???)



Otra estrella de la lírica, Montserrat Caballé, que compartió cartel con Pavarotti en diversas ocasiones, le considera “un colega extraordinario, atento con todos los de la compañía, amable”, que en el escenario “era espléndido, pero en lo íntimo era un hombre bueno, sencillo y tímido”. La soprano catalana, además, subraya que Pavarotti “siempre me decía que estamos en este mundo para luchar por la vida y por los demás”.



James Levine, director musical de la Metropolitan Opera de Nueva York, donde Pavarotti debutó en 1968 con La Bohème, considera que “la voz de Luciano era tan extraordinariamente hermosa y su interpretación tan natural y directa que su canto hablaba directo a los corazones de los espectadores, supieran algo de ópera o no”. ( A este gordo tampoco lo vi en misa ni en ningun lado en Modena) Helloooo????


En opinión del también director musical Zubin Mehta, “el mundo entero estará escuchando hoy su voz en cada emisora de radio y canal de televisión, y esto continuará. Ése será su legado y no terminará jamás”. Desde Austria, Ioan Holender, director de la Staatsoper vienesa –donde se colocaron banderolas con crespones negros en la fachada del edificio en señal de duelo–, ha señalado que la muerte de Pavarotti supone “la pérdida de la voz de tenor más bella de mi época y, además, de una persona que dio mucho a través de su arte e influyó de forma extraordinaria en los seres humanos”. (Y por que no fuiste a despedirlo???)
Además de éstas y otras muchas personalidades del canto y de la cultura en general, son miles los aficionados que han mostrado su dolor por el fallecimiento del tenor.


Por la catedral de Módena, donde ayer por la noche se instaló la capilla ardiente, ya han pasado multitud de ciudadanos para mostrar su desconsuelo y respeto por su vecino a pesar de ser un día laborable en la ciudad italiana. El gobierno del país transalpino, por cierto, ha decretado tres días de luto oficial.Nada tontos, ellos si saben que era demasiado querido por su pueblo, era lo menos que podian hacer por alguien que puso tan en alto el nombre de Italia en las ultimas decadas!



A partir de este momento, es previsible la sucesión de homenajes a la figura de Luciano Pavarotti en todo el mundo. La discográfica Decca, para la que el tenor grabó multitud de discos, ya ha anunciado que a partir de la próxima semana estará disponible en las tiendas especializadas el CD Pavarotti Forever, una recopilación de sus mejores registros. El sello, además, ha lanzado una web con el mismo nombre (Pavarotti Forever) en la que se ofrece información sobre la trayectoria profesional del intérprete y su discografía, además de fotografías y archivos de audio y vídeo.




Pues diran lo que quieran pero yo jamas perdonare, ni a Placido Domingo ni a Jose Carreras. Se fue la mejor voz del siglo y no les importo hacer acto de presencia. Ellos duraron 12 anos recorriendo escenarios juntos y lo que todo el mundo esperaba, era ver que al menos tuvieran la delicadeza de aparecerse en la iglesia o cargando el fetreo, de verdad no los voy a perdonar. y no me importa que le vayan con el chisme.

Se que no podrian dormir de la preocupacion si se enteran de mi enojo, pero no me importa, para mi ellos ya no existen tampoco!
Ultima pregunta....y Villazon? Por que tampoco hizo acto de presencia???

Sunday, September 23, 2007

Por qué es tan malo Paulo Coehlo



Por qué es tan malo Paulo Coehlo por Héctor Abad Faciolince



Traducido a 56 idiomas, publicado en 150 países, con más de 54 millones de libros vendidos, a Paulo Coelho hay que reconocerle al menos una virtud: es una mina de oro para sí mismo y para las editoriales. En su libro de mayor éxito, El alquimista (1988), un pastor de ovejas andaluz viaja hasta las pirámides de Egipto en busca de un tesoro. Antes de llegar a su destino se encuentra con el gran mago que posee los dos pilares de la sabiduría alquímica, es decir, sabe destilar el elíxir de la larga vida y ha fabricado un huevo amarillo, la piedra filosofal, con cuya ralladura se puede convertir en oro cualquier otro metal.


En su viaje hacia las tumbas de los faraones el alquimista le ha revelado al muchacho otro secreto: "Cada hombre sobre la faz de la tierra tiene un tesoro que lo está esperando". Luego le explica que si no todos encontramos este tesoro personal, es porque "los hombres ya no tienen interés en encontrarlo". Sospecho que muchos desgraciados se consuelan creyendo semejante ingenuidad. Vista descarnadamente, es sólo una simpleza o una pía ilusión. Sin embargo hay algo que tenemos que conceder, y es que sin duda Paulo Coelho encontró su propio tesoro, en cierto sentido su piedra filosofal: la ralladura sosa y rosa y empalagosa de su prosa se convierte --como por arte de magia-- en oro editorial, en millones de copias de consumo masivo de mediocridad. Pero ¿cómo lo hace? ¿Y por qué, siendo un escritor tan rudimentario en el uso del lenguaje, tan pobre en el pensamiento y tan elemental en sus recursos estilísticos, consigue tocar la sensibilidad de tanta gente?


No voy a dar la respuesta más obvia e inmediata, la que todos dan: Si Coelho vende por sí solo más libros que todos los demás escritores brasileños juntos, esto se debe precisamente a que sus libros son tontos y elementales. Si fueran libros profundos, complejos literariamente, con ideas serias y bien elaboradas, el público no los compraría porque las masas tienden a ser incultas y a tener muy mal gusto. Claro que en los millones de ejemplares vendidos hay algo de esto. Pero también existen muchísimos libros tan malos como los de Coelho que no tienen ningún éxito y, al contrario, hay unos cuantos libros excelentes y literariamente impecables que se venden por millones. En vez de tranquilizarnos con respuestas facilistas y tautológicas (el vulgo es vulgar, el mercadeo vende), conviene examinar con cuidado los libros de Coelho y no desdeñarlos de entrada con altivo esnobismo. Me he impuesto el ejercicio de leerlos para tratar de descubrir en qué estrategias temáticas y narrativas podría residir su extraordinario éxito editorial.


La primera respuesta que me di, apenas empezando la lectura de algunos de sus libros, fue que quizá Coelho disfrazaba de misterio y asombro las puras tonterías. Oigan esta, por ejemplo: "Era un día caluroso y el vino, por uno de estos misterios insondables, conseguía refrescar un poco su cuerpo". De verdad, qué misterio insondable que un líquido quite la sed. Después me di cuenta de que sus técnicas narrativas no se agotan en la simple estupidez; son algo más hábiles y algo menos burdas.


Para empezar, los libros de Coelho explotan hábilmente un universal humano: nuestra fascinación por los poderes de adivinación y conocimiento sobrenaturales. Ya Thomas Hobbes en su clásico Leviatán (1651) señalaba la irresistible atracción (y por lo tanto el fácil engaño) que padecemos los seres humanos ante todo tipo de presagios. Es una tradición muy antigua (una socorridísima mina de oro, una piedra filosofal) explotar esta debilidad de nuestra psicología.


Copio el resumen que hace Hobbes de estos engaños, el cual es preciso y exhaustivo, y parece a su vez un resumen de las técnicas de seducción esotérica que Coelho utiliza en sus libros: "Así se hizo creer a los hombres que encontrarían su fortuna en las respuestas ambiguas y absurdas de los sacerdotes de Delfos, Delos, Ammon y otros famosos oráculos, cuyas respuestas se hacían deliberadamente ambiguas para que fueran adecuadas a las dos posibles eventualidades de un asunto (...). A veces en las frases desprovistas de significado de los locos, a quienes se suponía poseídos por un espíritu divino: a esta posesión se la llamaba entusiasmo, y a estos modos de predecir acontecimientos se les denominaba teomancia o profecía. A veces en el aspecto que presentaban las estrellas en su nacimiento, a lo cual se llamaba horoscopia. A veces en sus propias esperanzas y temores, en lo llamado tumomancia o presagio. A veces en las predicciones de los magos, que pretendían conversar con los muertos, a lo cual se llamaba nigromancia, conjuro y hechicería, y no es otra cosa sino impostura y fraude. A veces en el vuelo casual o en la forma de alimentarse las aves, lo que llamaban augurio. A veces en las entrañas de los animales sacrificados, a lo que llamaban aruspicina. A veces en los sueños; a veces en el graznar de los cuervos o el canto de los pájaros. A veces en las líneas de la cara, a lo que se llamaba metoposcopia; o en las líneas de la mano, palmisteria; o en las palabras casuales, omina. A veces en monstruos o accidentes desusados, como eclipses, cometas, meteoros raros, temblores de tierra, inundaciones, nacimientos prematuros y cosas semejantes, lo que se llamaba portenta y ostenta, porque parecían predecir o presagiar alguna gran calamidad venidera. A veces en el mero azar, como en el acertijo de cara y cruz, en el juego de elegir versos de Homero y Virgilio, y en otros vanos e innumerables conceptos análogos a los citados. Tan fácil es que los hombres crean en cosas a las cuales han dado crédito otros hombres; con donaire y destreza puede sacarse mucho partido de su miedo e ignorancia".


Veamos de qué manera, "con donaire y destreza", Paulo Coelho le saca partido a nuestra credulidad, a nuestras debilidades y a nuestra ignorancia. Me limitaré inicialmente a El alquimista, su obra más leída, pero el mismo procedimiento se puede rastrear en otros libros suyos. El pastor de ovejas andaluz, al principio del cuento, tiene un sueño y va donde una adivina para hacérselo interpretar. Qué deleite; la gitana no sólo le interpreta el sueño ("los sueños son el lenguaje de Dios") sino que también le lee la mano. Los sueños del protagonista son el leitmotiv del libro, y es a través de ellos como poco a poco se acerca a su tesoro en el periplo Andalucía-Pirámides-Andalucía.


Para que un mago cobre prestigio como persona capaz de predecir el futuro, mucho le conviene obrar el prodigio de adivinar el pasado. Éste es el paso siguiente en el libro de Coelho: un adivino escribe sobre la arena los episidios más significativos del pasado del joven protagonista, incluyendo la primera vez que se hizo la paja. Cabe aclarar que esta íntima revelación se expresa con palabras mucho más recatadas: "Leyó cosas que jamás había contado a nadie, como (...) su primera y solitaria experiencia sexual".


El tono sapiente (de una sapiencia falsa, pero en fin) y el ambiguo lenguaje oracular se van soltando en pequeñas dosis a lo largo del libro. Les copio algunos ejemplos: "Cuando deseas alguna cosa, todo el Universo conspira para que puedas realizarla"; "La vida quiere que tú vivas tu Leyenda Personal"; "Todo es una sola cosa"; "Existe un lenguaje que va más allá de las palabras"; "Dios escribió en el mundo el camino que cada hombre debe seguir: sólo hay que leer lo que Él escribió para ti"; "Cualquier cosa en la faz de la tierra puede contar la historia de todas las cosas". Pero además de este tipo de enseñanzas baratas, de seducción infalible a pesar de su pésimo gusto intelectual, el uso de la magia tradicional también va apareciendo capítulo tras capítulo. Así, el protagonista, al promediar el libro, "acompaña con los ojos el movimiento de los pájaros". Mira las aves: "De repente, un gavilán dio una rápida zambullida en el cielo y atacó al otro. Cuando hizo este movimiento, el muchacho tuvo una súbita visión: un ejército, con las espadas desenvainadas, entraba en el oasis". Es el clásico augurio, aunque bastante tosco, pues en vez de descifrar el acertijo del vuelo de los pájaros, al pastor le basta verlo para tener visiones.


Hay un ingrediente adicional que hace más eficaz el recurso al pensamiento esotérico. Para volverlo doctrinalmente inofensivo, para despojarlo de todo peligro satánico, Coelho lo combina con dosis adecuadas de cristianimo tradicional: citas de la Biblia, cuadros del Sagrado Corazón de Jesús, rezos del Padrenuestro... El público mayoritario no se siente en pecado porque lee herejías, y el narrador, al tiempo que se hace pasar por alguien dotado de poderes paranormales (capaz incluso de telepatía), deja saber que él es también un buen cristiano, a pesar de sus coqueteos con la magia.


Hasta aquí algunos elementos temáticos que ayudan a entender, en parte, el favor de Coelho entre los lectores. Pero además de lo temático, conviene señalar también algunas estrategias narrativas del autor brasileño. Sus técnicas para ir tejiendo la trama son tan elementales que me recordaron de inmediato el estudio clásico sobre las formas canónicas del cuento infantil. Vladimir Propp, uno de los padres de la narratología, publicó en Leningrado su monumental Morfología del cuento infantil (1928). El principal mérito de este gran trabajo consiste en haber hallado, por encima de los argumentos superficiales de cada cuento, una serie de elementos formales repetitivos. Mirados al microscopio, es posible descubrir que en todos los cuentos de hadas los personajes, por distintos que sean, acometen siempre las mismas acciones, se ven envueltos en situaciones o "motivos" análogos. Como señala Propp, "cambian los nombres de los personajes, pero no sus acciones, o funciones, por lo que se puede concluir que el cuento le atribuye operaciones idénticas a personajes distintos".


No voy a decir que Coelho leyó a Propp, estudió cuáles son las "funciones" más elementales del relato tradicional descubiertas por el ruso, y con esta receta se dedicó a escribir el oro en polvo de sus novelas. Eso sería muy sofisticado. La cosa es más simple: Coelho usa, intuitivamente y con alguna destreza, las estructuras más primitivas del cuento infantil. Tomen ustedes cualquiera de los libros de Coelho y verán lo fácil que resulta identificar situaciones como las siguientes, señaladas por Propp en su Morfología: "El héroe abandona la casa"; "el héroe es puesto a prueba o interrogado"; "el héroe se pone en contacto con alguien que le dará un don"; "el héroe recibe un objeto mágico"; "el héroe cae en desgracia"; "el héroe se traslada o es llevado al lugar donde está el objeto de su búsqueda"; "el héroe lucha con un antagonista"; "el héroe regresa"; "el antagonista es castigado"; "el héroe se casa y sube al trono (u obtiene grandes riquezas)".


Es inútil cansarlos con los ejemplos detallados en que las historias de Coelho parecen calcar literalmente estos esquemas elementales. Les puedo asegurar que, al menos en sus primeros libros, el brasileño repite paso a paso las estructuras narrativas reveladas por el gran formalista ruso hace casi un siglo (y éstos sí que son pronósticos: Propp no sólo describió la tradición popular, sino que anticipó las recetas de un gran éxito editorial).


Los libros más recientes de Coelho, por ejemplo el último, Once minutos (2003), son un poco menos rudimentarios que aquellos primeros títulos que lo lanzaron a la fama. En este caso la trama, nutrida por algunos elementos realistas (para esta novela Coelho usó el testimonio de prostitutas existentes), es menos infantil, menos predecible. En todo caso es posible que el inevitable desencanto que viene con los años haya hecho que este último libro de Coelho sea menos ingenuo. Pero el buen gusto estético e intelectual es muy difícil de adquirir, y por lo mismo Once minutos (el cálculo de Coelho de lo que dura un coito), aunque menos esquemático, es un libro incluso más cursi que los anteriores. No quiero afirmar nada que no pueda demostrar con citas textuales. ¿Cuántos ejemplos necesitan para convencerse de la irremediable cursilería de Once minutos? Podría usar un número mágico, de esos que les encantan a los autores de cuentos infantiles, siete, o tres. Para no exagerar, me voy a limitar a tres momentos:

1. La protagonista (prostituta brasileña que trabaja en Suiza, y la sola situación es ya de un sentimentalismo telenovelesco), se encuentra con un pintor joven que la invita a su casa. Ella observa que la casa es grande y está vacía. Entonces concluye: "Debía de tener dinero de verdad. Si estuviese casado no osaría hacer aquello porque siempre había gente mirando. Entonces era rico y soltero".

2. En el final feliz de la novela este mismo pintor se le aparece a la muchacha con flores: "Ralf llevaba un ramo de rosas, y los ojos llenos de luz que ella había visto el primer día, cuando la pintaba".

El rico y soltero que en la última página se aparece con un ramo de rosas y se lleva a la muchacha a conocer París es una situación tan perfectamente cursi que, por kitsch, creo que ni Corín Tellado se atrevería a ponerla en una fotonovela. Pero al promediar el libro hay otro momento todavía peor:

3. La prostituta le hace un regalo al pintor del que se empieza a enamorar. Abre el bolso y busca su bolígrafo. Dice: "Tiene un poco de mi sudor, de mi concentración, de mi voluntad, y ahora te lo entrego. (...) Tú tienes mi tesoro: el bolígrafo con el que he escrito algunos de mis sueños".

Fuera de la ridiculez de la frase, que es única, hay algo todavía más perturbador: al leerla uno se imagina que el autor está copiando aquí su propia vida. Me parece ver la escena: el multimillonario que ha vendido 54 millones de ejemplares con tantas revelaciones de su estro poético, le muestra a una muchacha el objeto mágico (y fálico) con que la va a conquistar. Le dice, pensando ya en el colchón de la suite que los espera: "Te entrego mi tesoro: el bolígrafo con el que he escrito algunos de mis sueños". Debe tener un bolígrafo para cada día, cada hotel y cada viaje. Y algo más triste: seguramente algunas víctimas, igual que miles de lectores, se dejarán conquistar con semejante frase y semejante halago. Claro que esto último es lo único que no puedo demostrar de todo lo que he dicho sobre Coelho en este artículo. Esta última situación tan sólo la supongo y es sólo una hipótesis sin fundamento, producto de una mente malpensada; todo lo demás lo he tomado directamente de sus libros.

Literatura light: humo sobre el agua


El código light
Literatura light. Dos palabras que se han transformado en sinónimo de literatura de poca monta o literatura chatarra. Basta con pasear por las librerias mas importantes de cualquier ciudad del mundo o en cualquier foro literario para tropezar con ellas cientos de veces.


Es una descalificación que se usa mucho y se explica poco, condenándola de esta manera al limbo de las frases hechas. Nos preguntamos: ¿qué es la literatura light? ¿Existe realmente o se trata sólo de un lugar común? ¿Cómo podemos reconocerla? ¿Un best-seller es siempre literatura light? Aunque, lamentablemente, no hay mucho de donde abrevar para tantas dudas, algo sí se puede encontrar en Internet. Mario Vargas Llosa, por ejemplo, en una entrevista concedida a la Revista Ñ de Clarín el 05/02/2005, hace este sabroso comentario:
“Hoy en día está de moda un tipo de novela ligera, light. […] Si El Código da Vinci al final a ti te produce un extraordinario placer y lo que buscas son obras que sean equivalentes, entonces tú nunca vas a poder leer el Ulises de Joyce, nunca vas a leer a Proust, ni vas a gozar con Borges. Yo creo que esas otras lecturas en cierta forma te vacunan, así como las telenovelas te pueden cancelar completamente la sensibilidad para gozar de un tipo de teatro de gran refinamiento, por ejemplo. Porque esas obras, algunas muy bien hechas, que te capturan la atención muy rápidamente, son obras descomplicadas, que no ponen en ejercicio tu inteligencia ni tu capacidad de raciocinio, que no te plantean dudas o problemas. Son una agradable ensoñación, casi como tomarse un tranquilizante: te descansan, te sedan un poco, pero eso crea lectores pasivos, lectores que son los espectadores de telenovelas.


¿Qué inconveniente tiene eso?: que rápidamente puedes llegar a descubrir que si eso es lo que te interesa, entonces ¿para qué leer? Hay un cine, una TV que te da eso mismo. La buena literatura necesita lectores que sean activos, que estén dispuestos a enfrentarse a la complicación, que trabajen codo a codo con el autor, con su imaginación, con sus conocimientos, para poder disfrutar cabalmente la obra. Cosas como El Código da Vinci están totalmente reñidas con eso, es una literatura de otra naturaleza.”



¿Interesante, no? Con esta tremenda realidad debería bastarnos. Pero seríamos contradictorios, porque, precisamente, una de las características de lo light es la falta de profundización. Además, me voy a meter en problemas, voy a disentir un poco: El código Da Vinci es una novela light, sin dudas, pero no porque ponga o no en ejercicio tu inteligencia. Porque al fin, eso depende de cada uno y las complicaciones se la busca cada quien. Un lector avispado no se dejará deslumbrar por la primera teoría conspirativa que se le cruza, e irá a buscar el cuadro de La última cena o La Virgen de las rocas para averiguar si Dan Brown le está abriendo los ojos o vendiendo un buzón. Profundizar o no profundizar, esa es la cuestión.
Reformulemos las preguntas entonces: siendo tan delicado el tema que trata El Código, ¿por qué Dan Brown lo expuso con tanta ligereza? (1) ¿Desidia o incapacidad? Otra cuestión: si el tema central de esta novela ya había sido expuesto en obras más ambiciosas, mejor documentadas y mejor escritas, ¿por qué aquellas pasaron desapercibidas y El Código sigue al tope de las más vendidas?



Con otra frase de la misma entrevista de don Mario podemos comenzar a esbozar las respuestas:
“Novelas como Los Miserables, como el Ulises de Joyce, La montaña mágica de Thomas Mann, o como Rayuela o Adán Buenosayres en la Argentina, donde hay casi una vida detrás volcada, eso no está de moda. Los escritores hoy están impacientes, escriben rápido, quieren tener éxito cuanto antes.”



En esto sí estoy de acuerdo; y por ahí van los tiros: el auge de la literatura light surge de la adaptación del mercado editorial a una sociedad poco propensa a meterse en problemas. ¿O nunca oyó decir, con una lógica que parece irrefutable: “¡Demasiados problemas tiene la vida para complicarse con un libro de esos!”?


Deslizándose en la superficie



En la cultura light no se profundiza; sólo se mantiene informado para “tener opinión”. Leer El Código Da Vinci es cool, pero ir más allá y meterse con El Péndulo de Foucault o The holly blood and the holly grail (5) es ser un pesado. Podemos indignarnos por las injusticias, pero sin exagerar; y para nuestra tranquilidad siempre habrá alguien que nos palmee el hombro diciendo con conmiseración: “Bueno…bueno, no es para tanto”. Leeremos a Osho, Coelho y Deepak Chopra, y nos mirarán como a seres iluminados, pero si nos pescan con el Corán o La Torah corremos el riesgo de ser tildados de ultra-algo. Podremos usar remeras del Che, con la condición de hablar sólo de las partes más “glamorosas” de sus vidas.



Estamos condenados a ser bichos de la superficie y a beber a diario una pócima mágica de cultura pasteurizada. La literatura light es una emanación de dicha cultura, y como el resto de las manifestaciones light, es liviana e insustancial. Como café sin cafeína, como medialunas de grasa sin grasa. Es un sustituto. Y no en vano comparten el calificativo con la comida light: hay cierta inocuidad en ambas; no parecen hacernos mal, su mayor mérito es no hacernos nada y pasar por nosotros sin pena ni gloria. Pero lo que puede ser bueno para alimentarse es malo para la literatura, que tiene que hacernos algo.



La mayoría de las novelas de hoy en día son elaboradas sin demasiado esfuerzo. Novelas anoréxicas, hechas por escritores despreocupados del uso excelso del idioma. Novelas a la medida de las editoriales modernas.
¿Los ceos esperarían que Hemingway corrija más de 30 veces el final de Adiós a las armas? ¿A Tolkien, que tardó 12 años en escribir la prometida continuación de El Hobbit, o sea El Señor de los Anillos? ¿A Tolstoi reescribiendo por séptima vez La guerra y la paz? Es difícil imaginarlo. Las editoriales necesitan de escritores sin esas veleidades. Escritores rápidos, que hagan su trabajo sin volver atrás, sin corregir, sin refinamientos. El estilo que mejor sienta a este tipo de novelas es el informativo, correcto desde el punto de vista gramatical, pero hermano menor de la literatura.



Si el escritor light describe un crimen, le pone tanta emoción como la que podemos encontrar en una noticia de Reuter (o Televisa). En cambio, para un buen escritor, un hecho extraordinario es una fuente de sensaciones que intentará hacer llegar al lector usando todas las herramientas que le brinda el idioma. Herramientas que ha conseguido quemándose las pestañas, estudiando, leyendo, observando. Si este escritor no light, tuviese que describir, verbigracia, la inmolación de un miembro de Al-Qaeda en un lugar repleto de gente se desesperaría por buscar la manera de llevar al lector lo más cerca posible del hecho, de que huela el miedo, de que su corazón retumbe a la par del suicida; sentirá que las palabras no le alcanzan y usará comparaciones, metáforas, analogías, hipérboles. Este señor escritor querrá que el lector sienta que explota junto con el terrorista. Seguro que t ermina la noche alterado, pero sabiendo que lo hizo lo mejor que pudo, y con la sospecha de que ha dejado un pedazo de alma en ese texto. Y lo peor de todo es que en los días subsiguientes volverá sobre el escrito para corregirlo, para quitar lo que sobra, para buscar palabras más representativas. Y tal vez, hasta lo haga un bollo para volverlo a escribir.



El escritor light, en cambio, pintará un crimen sangriento con salsa de tomate y el muerto se levantará apenas el lector dé vuelta la hoja. Su editor-ceo le dijo que no puede esperarlo más: “¿Qué estás haciendo? ¿Corrigiendo el estilo? No, no. No pierdas tiempo en pavadas…”
Además, posiblemente este escritor ya ha recibido un adelanto por su obra. O sea: ha vendido su alma al diablo.



Los buenos escritores sienten consternación cuando no pueden llevar el idioma hacia los límites. En la literatura light, en cambio, no hay riesgos. No es casual que en dichas novelas casi no se encuentren metáforas. La metáfora, tal vez, sea el recurso literario más peligroso. Hallar una buena es encontrar una perla que embellece la prosa, pero deambula por ahí, al borde de lo posible, a un paso de desbarrancarse en el abismo de la ridiculez o del lugar común. Conrad se la jugaba así: “La niebla misma, sobre los pantanos de Essex, era como una gasa radiante colgada de las colinas…” (6) Y Faulkner: “El sol era la boca roja y descendente de un horno; su sombra, que él creía perdida, se agazapaba a sus pies como un perro que trata de esconderse” (7). Nos puede gustar o no; pero es innegable que estos novelistas eran tipos osados. El escritor light, en cambio, es pusilánime.


Y aqui me detengo un poco para preguntarles lo siguiente:

Podrian imaginar ustedes que una escritora ultra chatarra y ultra light con un solo libro en su haber podria llegar a ser la Secretaria de Educacion Publica de un pais? Y lo peor; que el libro se titule: "Dios mio hazme viuda por favor"? Podrian imaginarlo? Tal vez si, si ademas les informo que ese pais fue gobernado por un ex-gerente de la Coca Cola. Presidente que una vez visito una escuela y dejo firmado en el libro de visitas ilustres de esa escuela unas palabras para la posteridad escribiendo a de haber sin h.? ah! y ademas a este presidente le gustaba mucho leer los libros de Borgues . Que decadente, no les parece?


En fin, prosigo con el articulo...


Los buenos libros son una comida pesada
La literatura tiene que hacernos mal. No debería pasar por nosotros sin dejar vestigios. De hecho, creo que los libros que más recordamos son aquellos que nos hicieron mal; los que nos provocaron alguna reacción: el estómago contraído, la boca seca, los dientes apretados, un principio de t aquicardia, la ansiedad que nos hace crispar los nervios, el insomnio, el sueño al día siguiente. Nos hacen mal al cuerpo... y bien al alma. Los buenos libros son así: nos maltratan, nos dejan tensos, nos agarran del cuello y no nos sueltan, nos exigen las neuronas, nos desvelan, nos hacen insultar al autor con una mezcla extraña de odio, admiración y envidia. Los buenos autores te secuestran, y te devuelven hecho una piltrafa.



Y, extrañamente, eso es lo maravilloso.
Aún me recuerdo leyendo El corazón de las tinieblas. Conrad, de la mano del capitán Marlow, me llevó a la selva, me hizo navegar por ese río espantoso, me hizo oler carne de hipopótamo putrefacto, me hizo quedar ciego flotando en un barco maltrecho mientras los salvajes aullaban a mi alrededor. Me hizo indignar, me hizo dar miedo, me hizo temblar y por poco, no me hace atravesar con una lanza. Conrad no tuvo piedad de mí. Y, sin embargo, sigo suponiendo que elevó mi alma.
Entonces, claro, dirá usted, un best-seller es un producto típico de las editoriales modernas; por lo tanto, un best-seller siempre es light.
Pero semejante simplificación sería una injusticia. Es cierto que el best-seller tiene su consigna psicológica negativa: hay que leerlo, no porque sea bueno, sino porque todos lo leen, como el tema musical de moda, que un día dejó de sonar en la radio y descubrimos que era insufrible. Sin embargo, ¿qué quiere que le diga? ¡Me parecieron tan buenas algunas novelas proclamadas como best-sellers! Por ejemplo, El Nombre de la rosa, de Umberto Eco. Es un libro maravilloso, difícil, intrincado, desafiante, que hay que leer con un buen diccionario al lado. Y fue un best-seller con ninguna de las características de una obra light.
Hay best-sellers que se prenden a la estela del éxito de algún otro, como el polvo que va dejando tras su paso El Código Da Vinci, con historias de templarios, cátaros y druidas disfrazados y el pobre Fibonacci condenado a ejercer como encriptador oficial de cuanto misterio ande dando vueltas. Hay best-sellers raros, como los de Umberto Eco. Los hay históricos, como El Quijote o The catcher in the rye, que siguen vendiendo como si se hubiesen publicado el año pasado.
Y entre los raros actuales, está La sombra del viento, del español Carlos Ruiz Zafón.



Un best-seller cuyo éxito nació de recomendaciones de lector a lector. Cuesta creerlo, pero no hubo lanzamiento ni promoción. La editorial no le había visto “potencial” y, sin embargo, la novela ya fue traducida a treinta idiomas. Pero, aunque alentadores, esos son sólo números; y ese el punto: lo importante es que en La Sombra del viento se puede percibir un arduo trabajo de corrección de estilo, el esfuerzo que t anto se echa de menos en la mayoría de las novelas modernas. Y una muestra de que se puede hacer una buena novela y ser exitoso a la vez.



Tengo un recuerdo vívido: una vez me prestaron una novela. La leí en dos días: no porque fuese corta, sino porque me fue imposible dejarla. Eran las dos de la mañana, y el autor me clavó un dardo envenenado: a uno de los personajes, uno de esos a los cuales uno le toma cariño, lo muerde una hiena; y no cualquier hiena, sino una con rabia. El tipo se encadena y pasa los días con un amigo, atento a los síntomas. Horas interminables y de miedo. Parece que no pasará nada y sin embargo, un día, delante de su compañero —¡delante de mí, en realidad!— mi querido personaje se transforma, me mira con ojos color sangre, como un muerto vivo, tironeando de la cadena cual animal furioso, grita, echa espuma por la boca, se revuelca y se arquea poseído por el demonio de la rabia y ¡crack!: su espinazo se parte en dos. Le juro que el ruido tronó en mi mente. ¡Por Dios! ¿Cómo dormir? Tres de la mañana y mi estómago como una bota vieja. Sin dudas, ese libro no fue una hamburguesa light, sino una comida con picante y grasa: Cuando comen los leones, escrito por un señor best-seller, Wilbur Smith. Si me hubiese guiado por mi animadversión hacia la etiqueta best-seller, me hubiese perdido de un momento inolvidable.



Por suerte, la literatura es tan impredecible y vital que a veces nos sorprende, y nos destroza los preconceptos, a los lectores y a los editores. Nosotros leemos a Wilbur Smith y nos quedamos con la boca abierta, ellos reciben millones de pedidos por La sombra del viento y se quedan con la boca abierta por los réditos de una obra que habían condenado al fracaso.


La delgada línea… incolora
El mayor problema no es que haya tantos libros light —que siempre los hubo, aunque con otros epítetos—. La gran estafa editorial de nuestro tiempo consiste en vendernos, mediante eficaces campañas publicitarias, literatura light disfrazada de Gran Literatura.
La línea que separa lo light de lo profundo es muy sutil; como la superficie del agua. Las editoriales tienen la habilidad, a veces admirable, de seleccionar libros que rozan esa línea. El Código Da Vinci se me antoja ahí, como humo sobre el agua, que parece húmedo, parece denso, pero en realidad se hace hilachas ante la primera brisa. De haber sido un poco más profundo posiblemente no hubiese tenido éxito; aunque tampoco si no tuviese la apariencia de Novela Culta que le han sabido dar. Y, en definitiva, esa es la palabra clave para un producto light consumado: apariencia.
Y todos sabemos lo que hacen las apariencias.

Publicado por Roberto Aranda




(1) Aranzazu Sumilla, consejera de edición de Umbriel Editores y quien aconsejó la publicación de El Código Da Vinci en España, lo defiende de esta manera: “No se t rata de alta literatura y no se pretende tampoco que se considere como tal. Es un thriller comercial. Y como tal tiene que ser valorado”. Me saco el sombrero ante tanta sinceridad, pero lo cierto es que el libro se promociona como pleno de erudición y maestría.


(5) Libro del cual Dan Brown tomó prestadas sus ideas.
(6) Joseph Conrad, El corazón de las tinieblas.
(7) Willams Faulkner, Ninfolepsia.



La Gente Light,



"El Hombre o La Mujer Light",

El hombre o mujer light son esas personas que carecen de esencia, que son consumista, relativista pues son seres humanos sin referentes, sin puntos de apoyo, envilecidos, rebajados, convertidos en seres libres que se mueven pero no saben a dónde van, un hombre o mujer veleta. Son vacíos, y viven en la era del vacío, lo único que les interesa es su ascenso social y el placer a toda costa, su fin es despertar admiración o envidia.



Adquieren gran cantidad de información que les venden los medios pero no son capaces de hacer una síntesis de aquello que perciben y en consecuencia se han ido convirtiendo en unos sujetos triviales que lo aceptan todo y son muy manejables.


Poseen una decadencia moral debido al hedonismo (placer sobre todo) y a la permisividad. "Gracias" a estos dos conceptos el hombre y la mujer light se evaden a sí mismos y se sumergen en sensaciones segun ellos más sofisticadas contemplando la vida como un goce ilimitado. Cuando logran las apetencias materiales (que lo dudo) no abren otras vías más ricas en el campo cultural o espiritual, entonces se deslizan de este modo a la frivolidad, pues en ellos hay una ausencia casi absoluta de cultura, sólo busca aquello que tenga relación con su profesión.



Este tipo de humanos no tienen fondo y por eso es muy difícil que sean capaces de mantener una conversación de cierta altura, pero sorprendentemente toman parte activa en esos diálogos (elevados ) ya que para ellos; si tienes bastante poder y has triunfado de algún (o cualquier) modo ¿Cómo no van a poder opinar?


Ser rico o ganar mucho dinero son las mejores cartas de presentación en el ambiente light. Los temas predilectos de los que habla él son: la vida ajena, los viajes, las anécdotas de los mismos, la última separación conyugal, entre otros. Estas personas estan repletas de todo, llenas de cosas, pero sin brújula, viven recorriendo su existencia consumiendo, entretenidos en cualquier asuntillo mediocre y pasándola bien sin más pretensiones.



Al Hombre y Mujer light les dá todo igual y buscan siempre la diversión pero esta apoteosis de lo superficial ha ido teniendo una serie de dramáticas consecuencias para ellos:
Adicción al sexo
Adicción a la droga
Adicción al juego
Adicción a los sedantes.
Su anhelo empieza por una satisfacción materialista y terminan por fabricarse una ética a su medida.
No tienen vida interior ni intimidad, están siempre pendiente de la apariencia exterior.



El narcisismo, la búsqueda personal constante y la obsesión por el hedonismo inmediato hacen a estas personas indefensas y propensas a hundirse en cualquier momento, Personas demasiado vulnerables, que buscan mayor comodidad con el menor esfuerzo. No son felices, tienen bienestar pero no lo pueden saborear ; tienen placeres (muy pedestres) pero sin la verdadera alegría ya que están centradose en sí mismos y nunca se comprometen con los demás.


La peor noticia que les tengo es que se reproducen facilmente y los descendientes salen remasterizados y recargados, por lo que cada generacion supera a la anterior en frivolidad e ignorancia.


Enrique Rojas ha escrito un libro que tiene cosas rescatables sobre las caracteristicas mas especificas de este tipo de gente.



Otra voz para la CallasNuevas grabaciones recuperan el legado inédito de la diva

El 16 de spetiembre se cumplio el 30 aniversario de la muerte de María Callas. Para conmemorarlo, algunos de los sellos discográficos más imporantes del mundo recopilan en álbumes de lujo grabaciones originales de la mítica soprano.


El día 16 de septiembre se cumplieron treinta años desde que María Callas dejó huérfana a la ópera. Ninguna figura de la lírica llegó a ser tan influyente y popular como la artista nacida en Nueva York.Callas no fue sólo un fenómeno musical, sino también social. Una figura de un arte minoritario que llegó a ocupar las portadas de la prensa del corazón. Una cenicienta que encontró y perdió su zapato en la lujosa vida social. Pero hoy, por encima de todo, queda su paso por el arte lírico. Sus interpretaciones son admiradas, analizadas y desmenuzadas tanto por aficionados, como por profesionales. Desapareció hace treinta años pero dejó una herencia imperecedera.


Si Wieland Wagner revolucionó la escena, María Callas revolucionó la interpretación y lo hizo con sus fortalezas y debilidades. Junto a un instinto dramático proverbial, la técnica excepcional y la capacidad para transmitir emociones convivían con una miopía que le obligaba a no perderse un ensayo para poder memorizar la ubicación de cada objeto situado en el escenario y una voz de colores tan múltiples que se llegó a comparar con una tintorería.Ahora, treinta años después, resulta obvio que su mejor herencia quedó para EMI, que continúa haciendo una fortuna con sus discos –unos 25 millones vendidos– y para unas cuantas pequeñas discográficas que han rebuscado en los archivos de todo el mundo hasta la última nota que emitió. La poderosa multinacional acaba de sacar al mercado nada menos que cuatro producciones: un cd doble con las arias más conocidas de sus archivos, una caja de 70 cds con las grabaciones en estudio de esta diva, otra caja de ocho cds con los momentos más célebres de sus interpretaciones operísticas y un dvd sobre su vida.


En este último, dedicado a la Leyenda de Callas, se incluye por ejemplo material recientemente adquirido y poco conocido, como su Casta Diva para la RAI, su interpretación del Acto 2 de Tosca para el Ed Sullivan Show y sus recitales en el Royal Festival House y en Tokio. Las grabaciones de estudio han sido remasterizadas y por tanto el sonido ha mejorado.Pero además de este lanzamiento, circula por foros de internet la grabación completa, con todos sus ensayos, muestras de cansancio y vocalizaciones fallidas, de las jornadas parisinas en las que grabó su Verdi III para EMI. Se trata de un documento en cinco cds de carácter único, que responden a la época de decadencia plena, canora, física, intelectual y afectiva.Su voz era entonces una pura ruina a la que bien se podrían aplicar las palabras que dijo la francesa de origen español Pauline Viardot sobre otra colega al final de su carrera: “Sí, es como el Cenacolo de Leonardo da Vinci, las ruinas de un cuadro, pero ese cuadro es la más grande pintura del mundo”. Asimismo, hay que recordar también la caja con 26 cds de Membran con los excelentes comentarios de Jürgen Kesting, que suponen todo un tratado sobre la vocalidad de María Callas. Aún, con todo, puede quedar alguna sorpresa por publicarse, como su Elisabetta (Don Carlo) y, sobre todo, la Imogene (Il Pirata) scagliera, por no citar sus intervenciones de joven en Atenas en Boccaccio, Tiefland o Cavallería rusticana.


María Callas es, cada día más, una figura de referencia y de estudio obligado para cuantos quieren aproximarse y acercarse a la lírica, aunque su estilo no haya podido ser seguido por casi ninguno de sus sucesores. Una revolución interpretativa, quince años de éxito y la gloria eterna. ¿Cuántos pueden decir lo mismo?

Lo que no habria que saber. Dietrich Schwanitz


También forma parte de la cultura saber lo que no hay que saber.
Hasta el momento, este tema no ha sido suficientemente investigado. "El saber nunca está de más", se dice, "cuanto más se sabe, tanto mejor"; pero esto no son más que prejuicios. El mismo pecado original debería habernos enseñado ya otra cosa, el saber también puede ser perjudicial y contrario a la verdadera cultura.
Así, por ejemplo, normalmente no se considera un signo de cultura conocer a la perfección los barrios chinos de todas las grandes ciudades del país. Y mostrar entusiasmo por las distintas formas de subliteratura puede perjudicar a quien pretende hacerse pasar por una persona culta.Por lo tanto, el recién llegado al país de la cultura debe conocer las costumbres del país y recordar qué zonas del saber conviene evitar o, en caso de haberse familiarizado con ellas, intentar por todos los medios que nadie lo note.
A continuación mencionaré algunas de estas zonas.1. Las casas reales europeas son uno de los terrenos más peligrosos para las mujeres. En este punto existe una clara contradicción entre el pasado histórico y el presente, por una parte se ve bien que una persona culta conozca la uniones dinásticas entre los Habsburgo, los Borbones y los Wittelsbach durante el siglo XVIII. Pero, por otra, conocer con todo lujo de detalles los actuales problemas familiares de la Casa de Windsor o los problemas matrimoniales de la familia monegasca puede dar mala fama. Así, cuando uno se vea obligado a hablar de ellas, deberá hacerlo siempre de pasada, como si fuesen temas sobre los que hubiese leído por casualidad; y tratarlos como algo a lo que no se da ninguna importancia, que no se recuerda bien porque realmente no interesa. En este punto es aconsejable demostrar falta de memoria.¿Por qué es aconsejable este desconocimiento? A diferencia de lo que acontece con las uniones dinásticas del pasado, los conocimientos sobre los actuales problemas matrimoniales de la realeza forman parte de una especie de cotilleo que vive a costa de la high-society, y cuyos chismorreos son difundidos por la llamada prensa rosa, especializada en informar sobre la vida privada de los famosos. Haciendo partícipes a sus lectoras de la vida aristócratas y gente de dinero, esta prensa les da la posibilidad de envolver con trajes exquisitos sus propios sentimientos y de renunciar a sus ansias de grandes emociones. Este interés concuerda con el que se siente por las novelas rosas y denota un espíritu que, incapaz de detectar las cuestiones verdaderamente importantes, no tiene más remedio que alimentarse de sandeces.
Quien pretenda que los demás le consideren una persona culta debe evitar dar la impresión de interesarse por este tipo de cosas. Lo mejor es no conocerlas en absoluto.
2. Pero un terreno todavía más peligroso es la televisión, un auténtico campo minado. Si desempeña un papel tan importante en la conversación cotidiana, es porque todos saben que sus programas los ve mucha gente. Por lo tanto, como todos están al corriente, el conocimiento de los distintos programas y espacios televivos dice mucho del nivel intelectual y de los intereses de una persona y de cómo emplea su tiempo. Si alguien se muestra ante los demás como un perfecto conocedor de los vulgares talkshows que se emiten por la tarde, o es un escritor o es un parado con muy mal gusto y pocas relaciones sociales que cada tarde, en vez de leer Hamlet en su versión original, se sienta ante el televisor con una cerveza en la mano.En consecuencia, quien conozca las convenciones, los moderadores, la dramaturgia y las historias de estos talkshows tiene que tener precaución, o bien debería mantenerlo en secreto, o bien debería presentarlo como consecuencia de un estudio sobre los medios de comunicación de masas.
Lo mismo cabe decir de las series televisivas, o programas de culto -los programas alcanzan esta categoría cuando se convierten en una especie de liturgia y congregan ante el televisor a la comunidad de sus fieles seguidores, que al acabar el programa debaten embelesados el nuevo episodio-.
Se considera especialmente estúpidos a quienes ven los concursos televisivos y las distintas formas de reality-show, los programas sobre sucesos castastróficos; los espectáculos con lágrimas aseguradas dirigidas a voyeurs sentimentales, como los llamamientos a hijos que se han ido de casa; los encuentros entre familiares que no se ven desde hace mucho tiempo, las reconciliaciones y las bodas, todo esto se considera un signo de estupidez. Hay que evitar decir que se conoce estos programas y, para ello, lo mejor es no verlos. Como no si empre resulta posible mantenerse al margen de una conversación, si los demás hablan de estos programas, lo mejor es fingir desconocerlos: algo no siempre sencillo, pues si en la puasa del mediodia todos los colegas recapitulan con entusiasmo la discusión televisiva entre un sacerdote y un violador de niños resultará muy difícil dominarse y no participar en la conversación.
Naturalmente, el tabú del que es objeto la televisión presenta distintos grados. El "non plus ultra" en latin (el "nada más allá", el grado máximo) de la cultura es no tener televisor. Quien llega a este punto, puede dejar de preocuparse por su reputación. Si se está hablando del programa de la noche anterior y le toca dar su opinión, el asceta de la televisión murmurará: "Desgraciadamente, no tengo televisor". Lo dirá bajito y en tono de disculpa, para evitar que los demás vean en ello una denuncia encubierta de la adicción a la television del hombre corriente. Pero esto hará que los demás le pregunten: "¡Cómo!¿No tiene usted televisor? ¿Nunca ve la tele? ". Volverá a sonreír disculpándose, con lo que eliminará de raíz la sospecha de esnobismo cultural y se ganará el respesto de los demás o quizá su odio: " ¿Qúe? ¡Se creerá que es mejor que nosotros!".
Pero hay un tipo de programas que se han de ver, los programas de política, los debates y los magacines. En ellos la televisión ofrece la única información no banal y en este caso, uno puede reonocer que los ve. Todo lo demás debería evitarlo. Sólo los intelectuales pueden permitirse confesar que consumen televisión, dado que para ellos este acto presenta una especie de viaje de estudios al ámbito de la vulgaridad y del mal gusto. La persona culta que reconoce ver la basura informativa o la ramplona pornografía sentimental en la que la gente desnuda su alma, lo hace enorgulleciéndose de la vitalidad de su intelecto, también él se aproxima a la escoria del mundo actual, pero lo hace porque es capaz de descubrir informacion valiosa incluso entre un montón de chatarra. Alguién así está capacitado para ello y, por ejemplo, puede establecer una relación entre un programa de sadomasoquismo y La Divina comedia de Dante
.3. Algo similar cabe decir de las revistas, como es lógico, la prensa rosa es tabú y la mujer sólo lee revistas femeninas por equivocación cuando está en la peluquería. Las informaciones que aquí se contienen son o puramente técnicas -referidas a la comida, el hogar, la moda y el cuidado del cuerpo-, o banales. Pero, en realidad, las supuestas informaciones técnicas sobre recetas de cocina, mobiliario, moda, dietas y el amplio campo del consumo, son seudónimos de señalizaciones símbolicas que indirectamente dicen cosas sobre el nivel cultural de un individuo, a través del consumo, cada cual encuentra su posicion en el mapa del gusto. Y hay determinados modelos, conjuntos homogéneos de gustos que, o bien señalan cierta proximidad con la cultura, o son incompatibles con ella.Por ejemplo, en el ámbito de la cocina sólo demuestra tener cultura quien muestra un marcado cosmopolitismo. Quien odia la comida china porque dice saber de buena tinta que los chinos cocinan con carne de perro, revela un temor pequeño-burgués a lo diferente que también podría estar relacionado con el odio a los extranjeros. Quien, por el contrario, domina a la perfección el lenguaje de la cocina francesa, da a entender que es un conocedor de la forma de vida y de la lengua francesas. Naturalmente, nunca ha de hacerse ostentación de esta habilidad, ni aprovechar cualquier ocasión para exhibirla ante los demás. Lo mejor es no darle demasiada importancia e incluso bromear sobre ella. Solo así se evitara causar un efecto de ostentación.Otro tanto se puede decir de la decoración del hogar; cierto conocimiento de los distintos estilos decorativos nunca viene mal, habría que saber distinguir el Biedermeier del Imperio y el Modernismo del Funcionalismo. En cualquier caso, puede resultar chocante que alguien considere antigua una silla de la década de 1950, o que muestre una clara predilecciñon por las pinturas con motivos gitanos o ciervos bramantes que se venden en los grandes almacenes.
Ser un experto en el ámbito de la falta de gusto sólo puede resultar perjudicial.
4. Las observaciones anteriores sobre las ventajas de la ignorancia se refieren a ámbitos especialmente femeninos, aunque en realidad dichos ámbitos del saber superfluo carecen de especificación sexual. No obstante, el mundo masculino está estructura de una forma un tanto distinta, por una parte, este mundo también presenta montones de conocimientos incompatibles con la cultura y expertos en la banalidad que, como es habitual en los hombres, puede llegar al fanatismo, en este caso, el campo de entrenamiento más importantelo constituye el deporte.Pero, por otra parte, en el mundo masculino no sólo hay conocimientos alejados de la cultura, sino un problema de presentacion, porque uno de los vicios más arraigados en la psique masculina es su tendencia a la fanfarronería. A los hombres les gusta fanfarronear, jactarse de sí mismos, marcarse faroles y demostrar a los demás su superioridad. Son de esta manera -no se sabe a ciencia cierta si por razones genéticas o por educación-, porque compiten entre sí por obtener mujeres, riquezas, reputación y todo tipo de cosas, lo que explica su gusto por la competitividad y el deporte.
A los hombres, excepto a los intelectuales, les convendría ignorar ciertas cosas, sobre todo en materia de fútbol. El que sea capaz de decir cómo jugó el Schalke 04 frente al Borussia Dortmund en 1969, quién metió los goles y qué jugadores fueron sustituidos durante el partido, está demostrando ser un experto en fútbol; pero es bastante más difícil que al mismo tiempo sea un conocedor de la obra tardía de Goethe, incluidos sus trabajos sobre morfología. No obstante, después de 1968 se consideró chic que los intelectuales tuvieran conocimientos de fútbol, siempre que además se fuera marxista o al menos sociólogo y se buscara el contacto con las masas trabajadoras. Ser liberal o conservador y un seguidor del Borussia Dortmund se habría considerador sencillamente una vulgaridad.Toda ostentación, incluida la cultural, es absolutamente incompatible con el concepto de cultura.
La fanfarronería lo único que delata es la ignorancia.
La cultura no se ostenta, no es un campo en que se busque el aplauso de los demas.
Está totalmente prohibido demostrar la inferioridad del interlocutor sometiéndolo a una batería de preguntas y el esnobismo cultural es una prueba de incultura. La capacidad de comportarse civilizadamente forma parte de la cultura, cuyo verdadero objetivo es una comunicación libre de coaccion que enriquezca la vida humana.Puesto que el esnobismo cultural es ilícito y se desacredita por sí mismo, también es impropio mostrarse receptivo a él.
La cultura es incompatible con todo complejo de inferioridad y, por lo tanto, son especialmente contraproducentes las sospechas paranoicas de que los demás pretenden constantemente corregirnos. Igual de funestas son las reacciones del tipo, "Usted se cree que, por el simple hecho de tener estudios, sabe más que yo", pues lo único que demuestran es que quien así reacciona es una persona muy insegura. Y si, por desgracia, alguna vez tenemos que vérnoslas ocn alguien que hace ostentación de sus conocimientos, podemos estar seguros de que, actuando con serenidad, es decir, sin responder a su provocación, contaremos con el apoyo del resto de interlocutores, mientras el arrogante se desangrará lentamente.
Pero no menos vergonzoso es soltar prolijos discursos sobre temas que están fuera de la cultura, o hacerlo cuando lo propio sería mantener una conversación animada. En este sentido hay ciertos temas que tientan a muchos hombres.Los más tentadores son los milagros de la técnica en general y los automóviles en particular. El hombre que, cuando está visitando una exposición de arte en compañía de una señora, le demuestra con un discurso de media o de tres cuartos de hora de duración que un Porsche es superior a un Ferrari -aduciendo para ello doce razones técnicas relativas a la construcción de motores-, y lo hace con tanta pasión como erudición, no necesariamente se mostrará ante la señora como un hombre más culto que antes, por más que el director general de General Motors pudiese considerar esta presentación como una obra maestra de precisión, lógica y brillantez retórica. Lo mismo cabe decir de los discursos sobre bombas, aviones de caza, estaciones espaciales, reactores nucleares, subestaciones de transformación, centrales de energía eléctrica y todo tipo de aparatos.
Lo cierto es, pues, que ciertos conocimientos delatan tanta incultura como las lagunas culturales. Los límites existentes entre lo que hay que saber, los conocimientos permitidos y los conocimientos prohibidos, varían logicamente con las épocas; lo que hoy está prohibido, mañana puede estar permitido. Pasado cierto tiempo las zonas banales de la cultura de masas suelen elevarse a la categoría de esferas culturales; afirmación válida tanto para las nuevas formas como para los nuevos medios de comunicación.Así, por ejemplo, en el momento de su invención en la Inglaterra del siglo XVIII, la novela fue considerada como una forma literaria banal apropiada únicamente para las mujeres y no para los gentlemen con una formación clásica, por lo que muchos escritores se ocultaron tras un seudónimo. Un siglo después la novela fue reconocida como una forma literaria apta para el gran público. Algo similar le ha ocurrido al cine durante los últimos treinta años; si en 1960 era considerado como un producto de la industria cultural americana por el que una persona culta no podía interesarse, hoy los suplementos de los mejores periódicos incluyen críticas cinematográficas; y, de repente, los profesores de literatura enseñan cinematografía como si aquellos a quienes se les ha amputado las piernas enseñasen a caminar a los demás.
Hoy, el cine forma parte de la cultura, y las personas cultas ya no tienen necesidad de ocultar que entienden de cine. Prueba de esto es que los grandes cines se esfuerzan por hacer que los espectadores vivan su visita como un espectáculo teatral.En realidad la cantidad de saber prohibido que se ha de ocultar depende del nivel cultural de cada persona. En este punto se debe observar esta regla práctica, el recién llegado al país de la cultura debería ocultar todo el saber prohibido, pues todavía no conoce exactamente las costumbres del país; y como áun no puede distinguir ni valorar correctamente los conocimientos permitidos y los totalmente prohibidos, debería tomar todas las precauciones que estén a su alcance.
En cambio, la persona completamente formada puede permitirse echar una ojeada a las zonas del saber más banales y más vulgares. Con ello contribuirá a su reputación, pues se supone que le interesan desde un punto de vista superior y que, entre toda esta porquería, es capaz de encontrar cosas realmente valiosas.En cambio, la esfera de la denominada "segunda cultura" es una esfera neutral. Este concepto procede de una controversia en materia de política cultural desencadenada en los años 1950 por el inglés C.P. Snow. Snow era físico y escritor de novelas al mismo tiempo. Durante el debate sobre la implantación de la escuela integrada en Inglaterra, pronunción una importante conferencia titulada "Las dos culturas".
Con esta expresión Snow hacía referencia a la cultura humanista y literaria de la formación clásica, por una parte, y por otra a la cultura científico-natural y técnica. En su conferencia, Snow acusaba a la tradición cultural inglesa del gentleman y del amateur en general de haber dado siempre prioridad a la cultura humanista y literaria en detrimento de las ciencias naturales, con lo que habría contribuido al retraso de Gran Bretaña respecto a EE.UU. y Japón, países entusiastas de la tecnología. Consecuentemente, Snow exigía que los planes de estudio de los colegios y universidades prestasen mayor atención a los conocimientos técnicos y científico-naturales.
Esta conferencia provocó un amplio debate sobre la relación entre las dos esferas de la cultura. En Alemanaia, la expresión "las dos culturas" también se hizo popular. No obstante, la exhortación de C.P. Snow quedó prácticamente sin efecto, ciertamente hoy la escuela imparte los conocimientos propios de las ciencias naturales, que, en cierta medida, contribuyen a una mayor comprensión de la naturaleza, pero no a la comprensión de la cultura. Por eso sigue considerándose imposible que alguien no sepa quién fue Rembrandt; en cambio, si no sabe qué dice el segundo principio de la termodinámica o qué relación guaran entre sí el electromagnetismo y la fuerza de gravedad, o que es un quark -aunque este término procede de una novela de Joyce-, nadie llegará a la conclusión de que está ante una persona inculta.
Por más lamentable que pueda parecerles a algunos y aunque nadie se vea forzado a ocultar sus conocimientos científicos, hemos de reconocer que no forman parte de lo que se entiende por cultura.En las universiades y en el mercado laboral observamos lo siguiente, la primera cultura es un ámbito fundamentalmente femenino, la segunda cultura es un ámbito masculino (si incluimos en él las ciencias económicas y otras disciplinas afines). Esto trae consigo cierta asimetría en el ascenso social de hombres y mujeres. Imaginemos que Sabine y Torsten son dos niños educados en el mismo entorno social que se enamoran durante el bachillerato y deciden casarse cuando acaben sus estudios. Torsten estudia ingenería mecánica y se convierte en ingeniero; Sabine estudia psicología, filología germánica e historia dela arte. Él tiene que estudiar en Aquisgrán; ella en Hamburgo, París y Florencia. Cuando acaban sus exámenes vuelven a encontrarse. Torsten es un excelente ingeniero y pronto encontrará un buen trabajo; los estudios han hecho que Sabine una persona completamente distinta. Torsten sabe construir máquinas; el estudio de los presupuestos de la comunicación del sistema simbólico de la cultura ha cambido a Sabine. El comportamiento, las opiniones y las costumbres de él apenas han evolucionado, pero sus conocimientos le capacitan para ganar mucho dinero; en el caso de ella esto es más bien dudoso. En cambio, las capacidades y exigencias de Sabine en el terreno de la comunicación se han hecho mayores, habla francés e italiano, ha leído mucho, ha hecho amigos entre los intectuales y artistas de París y Florencia y está al tanto de las últimas investigaciones en el ámbito de la teoría de la literatura. cuando vuelvan a encontrarse, Torsten le parece un hombre Neandertal. Y Sabine será afortunada si se da cuenta a tiempo de que ya no puede casarse con él, por que su matrimonio no funcionaría. Pero si se empecina en casarse con Torsten, o con cualquier otro Torsten de su medio de procedencia -al fin y al cabo, él gana mucho dinero-, acabará haciéndose feminista, una persona profundamente convencida de la incultura y el salvajismo de los hombres. Torsten también será un infeliz y sólo le quedará una alternativa, leer este libro.En otras palabras, la esfera de la cultura también marca con distinta intensidad el ascenso social de los dos sexos, algo que se convierte después en una de las causas inadvertidas de muchos conflictos de pareja.

El credo de la Cultura!


Credo de la cultura Dietrich Schwanitz
Creo en Shakespeare, en Goethe y en las obras canónicas reconocidas así en la tierra como en el cielo. Creo en Vincent Van Gogh, el retratista tocado por Dios, nacido en Groot-Zundert (Breda), formado en París y en Arles, que trabó amistad y se enemistó con Gauguin, que enfermó, enloqueció y se suicidó, que subió al cielo y está sentado a la derecha del Padre, de donde ha de descender para juzgar a los cultos y a los incultos. Creo en el poder de la cultura, en la vida eterna de los genios, en la santa Iglesia del Arte, en la comunión de los cultos y en los valores del humanismo. Por los siglos de los siglos, amén.

Casta Diva




La cultura es el estado de agilidad y de buena forma del espiritu que surge cuando se ha sabido todo y se ha olvidado todo: "Olvido la mayor parte de lo que he leido, asi como lo que he comido; pero se que estas dos cosas contribuyen por igual a sustentar mi espiritu y mi cuerpo"


Lichtenberg.

En palabras de Shwanitz



"La distincion entre lo escencial y lo intercambiable, lo central y lo marginal, lo obligatorio y lo libre, los conocimientos obligatorios y los optativos"